lunes, 23 de mayo de 2011

En California también brilla el Sol madrileño

"Great minds discuss ideas;
average minds discuss events;
small minds discuss people" -Eleanor Roosvel
En el pintoresco paisaje de la playa de Venice, en Los Ángeles, había un elemento nuevo en la soleada mañana del sábado pasado. Un grupito de gente se reunía, pintaba carteles y coreaba canciones, entre el parque de patinadores, y la comisaría de policía del barrio. No buscaban la atracción de los turistas, ni vendían fotografías de las playas.

Eran un grupo de españoles e italianos, llegados desde diferentes lugares del sur de California. Su intención era mostrar su apoyo a la ola de protestas que recorre España desde el domingo 15 de mayo.

Había, por ejemplo, un ingeniero de telecomunicaciones que lleva cuatro años trabajando en Estados Unidos, acaba de tener un hijo, y le encantaría volver a su país. No encuentra ninguna oferta. Y un periodista de veintinueve años, que se marchó de España hace año y medio cuando estaba en las colas del paro. Ahora trabaja para una televisión americana. Y también un investigador en una universidad de prestigio de la ciudad, que denunciaba la escasa inversión en investigación científica en España.


Allí estuve también yo: un buen estudiante de último año de carrera que termina un programa de intercambio en el extranjero. Ahora intento asomar la cabeza al mundo laboral, y estoy inquieto, expectante, tengo ganas de hacerlo bien, de poder empezar. El consejo que más he recibido en estos últimos meses, sin embargo, ha sido: si puedes, buscate algo por allí, porque aquí está la cosa mu'mal. La situación es dificil, pero mis sueños siguen intactos, en lo más alto.


Lamento no haber estado en España cuando esto ha sucedido. No he podido comprobar con mis propios sentidos el ambiente de las plazas. No he podido conocer la fuente de la energía: la madrileña plaza de Sol. Ni participar activamente.

Me han narrado buenos amigos, y he leído por muchas fuentes, que la tolerancia en la protesta es verdadera. Que los jóvenes no excluyen a los mayores, ni a los que llevan camisas y zapatos. Que los de las rastas hablan con los que llevan corbatas. Ese era mi mayor miedo. Los más jóvenes y más progresistas, a veces, son víctimas de su propio discurso: piden derechos para todo el mundo, pero abuchean a su vecino del quinto, el que conduce el cochazo nuevo. Es que vota al Partido Popular. También pasa al revés: los más conservadores insultan a los que votan a los partidos socialistas. Es que ese es un rojo, un perroflauta.

Si esa tolerancia se esfuma, dejarán de contar conmigo.

La verdadera magia de este movimiento no está en su ideología sino en su idea: es una revolución de las mentes. Llevaban años diciendo que a los jóvenes nos daba igual todo, pero los jóvenes han sido los artífices. La tasa de paro y la actitud de la clase política han sido la chispa, las redes sociales de Internet han sido el medio. El resultado ha sido una revuelta pacífica extraña: ni sus mismos miembros conocen su desenlace. La idea de fondo está clara. Los ciudadanos corrientes están hartos de los gobernantes occidentales, políticos y económicos, cuya forma de aplicar el sistema lo hace insostenible. El sistema ve números en vez de personas, y eso no es política ni de izquierdas ni de derechas. Eso es inhumano.

Echarán de menos que mencione las propuestas o la falta de ellas, pero perdónenme: el despertar, el grito para un cambio, la toma de conciencia, me saca una sonrisa. Es un proceso nuevo. Los nombres empleados no encajan bien: revolución, acampada o protesta no son exactos. Es algo nuevo, un cambio, una incertidumbre.

Y ante todo cambio, las personas, las familias, los pueblos, las sociedades, tenemos miedo. Pero después, lo afrontamos y damos forma, y siempre sale algo bueno. Mientras tanto, que siga brillando el Sol.

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