Hay hechos que, de repente, colocan nombres, pueblos, lugares, ideas o personajes, en el desconocido mapa del mundo para los ojos de los señores alemanes, franceses, estadounidenses, canadienses, españoles, austriacos, australianos, italianos, escoceses. Con la marcha del mes de enero, el mundo occidental tiene la mirada fija en las revoluciones populares que sacuden Túnez, Egipto y todo Oriente Medio.
Esa breve reflexión es la siguiente: aunque es verdad que los americanos llenan sus tripas con hamburguesas cocinadas en masa, la mayoría reconoce que la comida de otros lugares del mundo es mejor, y suspira por unos trocitos de sushi japonés, una buena carne argentina o una tortilla de patatas española. También en Europa, lugar de buenos comedores, el sushi japonés se ha convertido en una pasión de paladeres, e, incluso, en devoción de personas sofisticadas, interesantes, refinadas.
Lo que el profesor nos quiere decir con ello es que ninguna visión del mundo es totalmente completa, que ningún problema es totalmente ajeno y que el entendimiento entre los pueblos del mundo necesita dar este primer paso: reconocer que la historia la construimos juntos, entre todos. Según nuestro profesor, esta falta de perspectiva suele ser más frecuente en los grupos dominantes, y ahí es donde se encuentra Occidente. Todo el mundo reconoce la cultura de Estados Unidos, y come sus hamburguesas con patatas fritas.
A lo mejor es verdad que Occidente -Estados Unidos y Europa- no es todo, sino solo una parte.
Anímense, y vean, descubran, escuchen, viajen, coman sushi.
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