Para entender en qué consiste esta fiesta tenemos que remontarnos tiempo atrás. En otra época, en otro lugar. El origen lo encontramos en los pueblos celtas que poblaron las tierras de Reino Unido, Irlanda y el norte de Francia hace cerca de dos mil años. Estos pueblos celebraban la llegada del nuevo año el día uno de noviembre, cuando terminaba el verano y la época de cosecha, y empezaban los días fríos y oscuros. Los celtas creían que, en la noche previa al uno de noviembre, la frontera entre el mundo de los vivos y el de los muertos se difuminaba, dejando a los espíritus, buenos y malos, merodear libremente. Esa noche los celtas hacían hogueras, sacraficaban animales para sus dioses y se vestían con pieles y cabezas de animales. La conquista de estas tierras por los romanos introdujo otras costumbres que se fueron añadiendo. Durante mucho tiempo, esta celebración se mantuvo en las tierras celtas de Europa. Tiempo después, los cristianos empezaron a celebrar el día uno de noviembre la festividad de Todos los Santos, recordando a los familiares difuntos, y aportaron un matiz religioso.
Fueron los inmigrantes irlandeses quienes llevaron estas costumbres a las tierras de Estados Unidos. El momento culminante se produjo en 1846, con la llamada "hambruna irlandesa", cuando millones de irlandeses huyeron a América. La gente, en aquellos días, se vestía con disfraces y visitaba las casas vecinas, pidiendo dinero o comida. Así empezó la tradición del "truco o trato". Poco a poco, la fiesta fue juntando prácticas de todas sus raíces históricas, y los americanos fueron ganando entusiasmo. Durante el siglo diecinueve y principios del veinte, un movimiento recorrió Estados Unidos con la intención de retocar el espíritu de las fiestas: se quería implicar a toda la comunidad, eliminando los símbolos de miedo y superstición. Así, los niños y adolescentes se fueron incorporando a las celebraciones, y se popularizaron las fiestas de disfraces, los juegos, y los grandes desfiles. Durante los años setenta y ochenta, la publicidad y las películas de Hollywood se encargaron de difundir estas costumbres por todo el mundo.
En la actualidad, los norteamericanos sienten pasión por Halloween. Solamente hace falta un paseo por un barrio normal de una ciudad cualquiera para darse cuenta de ello. Desde hace tres semanas, los locales, tiendas, cafeterías y casas del barrio de Westwood de Los Ángeles están decorados con grandes calabazas, fantasmas y telas de araña. Los universitarios llevan mucho tiempo pensando si se disfrazarán de Drácula o de Freddic Krueger, mientras las chicas dudan entre la versión sexy de Avatar o la versión erótica de Catwoman. El profesor de una de las asignaturas que curso nos ha traído chocolatinas en una bolsa con forma de calabaza, y todos los apartamentos preparan fiestas para las noches de este fin de semana.
Para participar en todo ello, los americanos gastan cada año cerca de siete billones de dólares en estas fiestas. El periódico "Usa Today" recoge, en cambio, que la situación económica está afectando al gasto medio este año. Cada persona se dejará de media "sólamente" sesenta y seis dólares con veintiocho centavos.
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