Hace muchos, muchos años, en los inicios del siglo diecisiete, ingleses e irlandeses aventureros cogieron barcos y provisiones, y cruzaron el océano Atlántico buscando tierras donde rehacer sus vidas. Así llegaron a Norteamérica, donde fundaron las 13 colonias consideradas el origen de Estados Unidos.
Un grupo de estos colonos, llamados los peregrinos, buscaban un lugar donde practicar libremente su fe religiosa, que contradecía la norma inglesa: eran puritanos radicales y habían formado la Iglesia Separatista de Inglaterra. En diciembre de 1620 llegaron con su barco, el Mayflower, a las tierras de Plymouth Rock, en la región de Nueva Inglaterra, en el noreste de Estados Unidos, en el actual estado de Massachusetts. Allí formaron la colonia de Plymouth.
El primer invierno fue tan crudo que murieron la mitad de aquellos hombres. El otoño de 1621, sin embargo, fue amable, los supervivientes tuvieron una gran cosecha, y llegaron buenos tiempos. Como agradecimiento a Dios, el gobernador de los colonos, William Bradford, decidió organizar una gran cena, donde comieron patos salvajes y gansos asados. A la cena fueron invitados los indios nativos americanos. Querían agradecerles su ayuda: sin ellos, ningún colono habría sobrevivido.
Esta celebración se repitió en el verano de 1676. Fue proclamada oficialmente por el presidente Lincoln en 1863, y se convirtió en día legalmente festivo en el año 1941, con la aprobación del Congreso de la nación. La fecha elegida fue el cuarto jueves del mes de noviembre. Desde entonces, los americanos esperan ansiosos la llegada del Día de Accion de Gracias o "Thanksgiving Day".
En los tiempos recientes, la fiesta ha perdido su significado religioso, pero sigue siendo la favorita del pueblo.
En estas fechas, las familias americanas viajan, en avión o por carretera, de un rincón a otro del país, se reúnen y comparten una cena cálida en la noche del jueves. Un aeropuerto es un lugar perfecto para sentir las ilusiones de la gente: si uno observa bien, puede captarlas en el ambiente. Hoy, los americanos han cogido aviones, con abrigos y sonrisas, leyendo libros de bolsillo y jugando con sus Ipads, bebiendo cafés ardientes, sin molestarse por las esperas y retrasos: la ilusión de la vuelta a casa les envolvía.
El plato estrella en la cena del jueves es, en el noventa y cinco por ciento de hogares, el pavo, que se ha convertido en un símbolo de la fiesta, y es acompañado de patatas asadas, salsa de arándanos, y pastel de calabaza. Después de la cena las familias charlan tranquilamente, sin intercambio de regalos, recuerdan historias pasadas, y ven fútbol americano y dibujos de Charlie Brown en la televisión.
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