sábado, 4 de diciembre de 2010

Enemigos íntimos

"Yo siempre quiero que el Barça pierda" -Guti, ex-jugador del Real Madrid, el 5 de marzo de 2009.

"Esperamos que pierdan todos los partidos, pero sólo nos preocupamos por ellos la semana en que nos enfrentamos" -Jonathan Franklin, jugador de los UCLA Bruin, refiriéndose al equipo USC Trojans, el 2 de diciembre de 2010.

Las gradas del estadio Camp Nou estuvieron abarrotadas el lunes pasado, 29 de noviembre, para ver el partido de fútbol entre el F.C. Barcelona-Real Madrid. Hubo 99.354 espectadores.

Los dos equipos son enemigos públicos desde comienzos del siglo viente. La primera polémica entre ambos equipos llegó en 1912, cuando los jugadores del F.C. Barcelona se retiraron del campo a falta de doce minutos del final de la semifinal de Copa. Decían sentirse perseguidos por el árbitro. Desde entonces, muchos momentos, jugadores y goles han pasado a la historia en este encuentro. Cuando Hugo Sánchez se tocó los genitales frente a las gradas del Camp Nou en 1990, cuando Romario regateó en centímetros a Rafa Alkorta para golear a Paco Buyo en la temporada 1993-1994, cuando Raúl mandó callar al estadio Camp Nou en la temporada 1999-2000 después de empatar el partido, o cuando Carles Puyol besó el brazalete con la bandera catalana en el Bernabéu en 2009, en el partido que vencieron dos-seis. La rivalidad es histórica, y se alimenta año a año.

Pero la  emoción del partido del lunes no se explicaba sólo por la historia. También estaba en juego el presente: los dos equipos llegaban al partido en plena forma, en búsqueda del liderato de la Liga, y tienen en sus plantillas a los mejores jugadores y entrenadores del mundo. El desenlace no hace falta contarlo: supongo que ya lo vieron ústedes. O lo sufrieron, como un servidor.

Mañana a las siete y media, en el estadio Rose Bowl de Pasadena, se juega el partido de la liga universitaria de "football americano" entre la Universidad de Los Ángeles (UCLA) y la Universidad del Sur de California (USC). Habrá 92.542 espectadores.

Los dos equipos, por distintas razones, no tienen nada que jugarse en el presente. El equipo UCLA Bruin ha perdido cinco de sus últimos seis partidos y no tiene opciones matemáticas de clasificarse para las finales de la liga universitaria. Los USC Trojan han realizado una mejor campaña, pero sufren una sanción de la asociacion de deporte universitario (NCAA) que les prohíbe clasificarse para las finales durante dos años.

Esto significa, por tanto, que no hay absolutamente nada en juego.

La ciudad y las universidades están, sin embargo, paralizadas por el partido.

La estatua del oso-mascota de la universidad UCLA está envuelta en una caja protectora desde el domingo pasado. Hace años, los estudiantes de la universidad USC la profanaron con los colores granates de su equipo. En la tarde del miércoles, los estudiantes de UCLA hicieron una hoguera gigante en el campus y cantaron alrededor en contra del equipo rival. El precio más barato de una localidad, en un partido corriente, es de 16 dólares; el precio más barato de una localidad, en el partido contra USC, es de 80 dólares. Aún así, las entradas se agotaron hace semanas.

Es cierto que este año no hay beneficios materiales en juego. Pero está en juego algo mucho más valioso: el orgullo y la gloria de vencer al enemigo íntimo. No está en juego el presente. Está en juego la historia.

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