"Somos la nación que pone coches en las carreteras y ordenadores en las oficinas, la nación de Edison y los hermanos Wright, de Google y Facebook. En EE UU, la innovación no se limita a cambiar vidas. Es como nos ganamos la vida". -Barack Obama, en una intervención durante el debate sobre "el estado de la nación".
Durante este fin de semana, Barack Obama se ha reunido con algunos líderes del mundo, pero casi nadie se ha enterado.
La prensa ha dedicado una cobertura muy escasa, no ha habido manifestantes anti-sistema en la localidad de la reunión, y los telediarios no han explicado las cuestiones debatidas.
En una región del norte de California, el presidente afro-americano ha compartido cena con Mark Zuckerberg, creador de Facebook; Steve Jobs, fundador de Apple; Eric Schimdt, consejero delegado de Google; Carol Bartz, presidenta de Yahoo, entre otros. Son los nuevos líderes del mundo. O los líderes de un mundo nuevo. No dirigen países, no mandan sobre ejércitos, no están al frente de bancos mundiales. Se dedican a organizar, innovar y mejorar las tecnologías de la comunicación, y las redes de Internet. Pero su influencia sobre la vida privada de las personas es indudable, y en pocos años han cambiado los comportamientos del mundo.
Cojan un día cualquiera de su vida, y compárenlo con cómo era ese día hace veinte, diez años atrás. La diferencia es abismal si la comparación la hacen en relación a la generación de sus padres, o de sus abuelos.
Los jóvenes se despiertan con las alarmas de sus teléfonos móviles. Estudian en los ordenadores los apuntes que los profesores cuelgan en páginas de Internet. Hablan con sus primos que viven en países de otro continente a través de mensajes electrónicos. Ya no hay correo antiguo, relojes despertadores, apuntes a mano. Cada vez somos menos capaces de concentrarnos en una sola tarea y necesitamos solapar actividades, pero después de horas navegando por Internet, nos damos cuenta de que no hemos completado ninguna en condiciones.

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