viernes, 19 de noviembre de 2010

Masas

Si usted ha leído cada uno de los siete libros protagonizados por Harry Potter, incluso algunos hasta en dos o tres ocasiones, y ha visto sus películas en el cine, acudiendo sin pereza el primer día que eran estrenadas en su país, seguramente se considere un verdadero seguidor de sus novelas. Usted irá diciendo por ahí que es un incondicional, fiel y orgulloso, que no pierde detalle y que es capaz de reproducir incluso diálogos entre Harry y Ron.

Olvídese: no tiene nada que hacer. La pasión demostrada por cantidad de jóvenes americanos ante el estreno de la película "Harry Potter y las Reliquías de la Muerte. Parte 1" en Estados Unidos es infinitamente mayor.

La sesión de la película fue en la medianoche que dejaba atrás el jueves 18 y daba paso al viernes 19 de noviembre, en los cines Village y Bruin del barrio universitario de Westwood. La hora exacta del comienzo de la película eran las 00:05, y las puertas de los teatros se abrieron a las 22:00 , para que los espectadores cogiesen asiento según orden de llegada. Yo bajé al barrio con mi amigo Pablo cerca de las 20:30 con la intención de comer un par de hamburguesas y beber buena cerveza. Mientras bajábamos por la calle Gayley, vimos, de repente, un montón de gente alineada contra un edificio. Seguimos caminando unos metros y confirmamos nuestras peores sospechas: una serpiente de personas daba la vuelta a un manzana entera de edificios desde la puerta del teatro Village. La línea de espera en el otro teatro, al que nosotros íbamos, era algo más pequeña, pero también bastante considerable. Les recuerdo la peculiaridad que hace del momento algo incomprensible: todavía quedaban cuatro horas para que se proyectase la película.

Todas estas personas estaban apoyadas contra los edificios, con cojines, colchones, mantas, y comían a la desesperada pizzas y bocadillos. Muchos de ellos eran, más que personas, pequeños magos. Llevaban pintada la cicatriz de Harry Potter en la frente, vestían las chaquetas del colegio Hogwart, se abrigaban con bufandas con rayas amarillas y granates y se apuntaban unas a otras con varitas mágicas. Creánme: no exagero ni una pizca. Cuando entramos al teatro, la gente se fue colocando en sus asientos. Cuando aparecieron los trailers y anuncios publicitarios, la gente aplaudió y chilló con emoción. Les vuelvo a recordar la peculiaridad que hace del momento algo incomprensible: todavía quedaban dos horas para que se proyectase la película.

Pablo, Alex y yo escogimos una buena localidad, compartimos una bolsa mediana de palomitas con mantequilla y esperamos al inicio. Yo reconozco que me desenganché del mundo mágico de Harry Potter hace años: me leí los cuatro primeros libros cuando salieron en su día, pero no conseguí interesarme por los siguientes. Quizás por eso, la película no me pareció gran cosa y desentoné con la reacción final. Mientras la masa del público gritaba excitada, yo me limité a aplaudir.

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