lunes, 13 de diciembre de 2010

Feliz Navidad, y hasta pronto

Ayer por la tarde aterricé en el aeropuerto de Madrid y cené cómodamente en el salón de mi casa con mis padres y hermanos. Estos articulitos quedan, por tanto, abandonados hasta la primera semana de enero, cuando volveré a mi rincón en la inmensa ciudad de Los Ángeles. Sólo deseo que se hayan entretenido. Tampoco esperen mucho: ni mucho ni poco. Sólo algunas anécdotas, historias, recuerdos y observaciones de mis vivencias en la Universidad de Los Ángeles.

Yo trato de andar, recorrer lugares y perderme con mi mochila, y trato de observar y absorber, para después, escribir. Aunque, a veces, sucede al revés: primero, escribo, y luego veo cosas que me hacen cambiar de opinión, y ya es demasiado tarde. Por eso, quizás, estas historias tengan más que ver conmigo, y mis reacciones personales, que con el entorno externo. Tomenselas así, y acompáñenlas con una cerveza y cacahuetes. Seguro que se digieren mejor.

Ustedes aprovechen para pasar una Feliz Navidad y disfrutar de sus familias y amigos. Eso es, exactamente, lo que pienso hacer yo. Reciban un cordial abrazo.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Identidades americanas

Nadie puede negar que el mundo camina en una dirección: la mezcla, lo heterogéneo, la diversidad. Claro que, a veces, existen tendencias que prefieren caminar al revés, pero son las menos. La sociedad americana es, indudablemente, multicultural.

El país tiene en torno a 310 millones de habitantes. De todos ellos, cerca de 244 millones son blancos; unos 40 millones, negros; unos 14 millones, asiáticos; en torno a 3 millones, americanos indígenas y de Alaska; y medio millón de habitantes, de Hawaii y otras islas del Pacífico.

De todos ellos, aproximadamente un 15 por ciento son de origen hispano. Además, un 15 por ciento tiene ascendencia germana; un 11 por ciento, irlandesa; un 8.8 por ciento, afro-americana; un 8.7 por ciento, inglesa; un 7.2 por ciento, americana; un 5.6 por ciento, italiana, y así sucesivamente.

En un capítulo de "Los Simpsons" ("Much Apu About Nothing"), se parodia la proposición 187 del estado de California que estuvo en vigor en 1994. En ella se aprobaba la denegación de cualquier servicio del gobierno (educación, bienestar, ayuda médica) a los inmigrantes ilegales. Se trataba de una ley muy similar a la que entró en vigor en el estado de Arizona en julio de 2010.

En este capítulo se recoge un diálogo que refleja muy bien la identidad americana:

-LISA: Sabéis, de alguna manera, todos los americanos somos inmigrantes. Excepto, claro, los Americanos Nativos.

-HOMER: Sí, los Americanos Nativos, como nosotros.

-LISA: No. Quiero decir los Indios Americanos.

-APU: Como yo.
La principal característica de la identidad americana es, precisamente, la diversidad de identidades: la multiculturalidad. Diga lo que diga cualquier ley.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Enemigos íntimos

"Yo siempre quiero que el Barça pierda" -Guti, ex-jugador del Real Madrid, el 5 de marzo de 2009.

"Esperamos que pierdan todos los partidos, pero sólo nos preocupamos por ellos la semana en que nos enfrentamos" -Jonathan Franklin, jugador de los UCLA Bruin, refiriéndose al equipo USC Trojans, el 2 de diciembre de 2010.

Las gradas del estadio Camp Nou estuvieron abarrotadas el lunes pasado, 29 de noviembre, para ver el partido de fútbol entre el F.C. Barcelona-Real Madrid. Hubo 99.354 espectadores.

Los dos equipos son enemigos públicos desde comienzos del siglo viente. La primera polémica entre ambos equipos llegó en 1912, cuando los jugadores del F.C. Barcelona se retiraron del campo a falta de doce minutos del final de la semifinal de Copa. Decían sentirse perseguidos por el árbitro. Desde entonces, muchos momentos, jugadores y goles han pasado a la historia en este encuentro. Cuando Hugo Sánchez se tocó los genitales frente a las gradas del Camp Nou en 1990, cuando Romario regateó en centímetros a Rafa Alkorta para golear a Paco Buyo en la temporada 1993-1994, cuando Raúl mandó callar al estadio Camp Nou en la temporada 1999-2000 después de empatar el partido, o cuando Carles Puyol besó el brazalete con la bandera catalana en el Bernabéu en 2009, en el partido que vencieron dos-seis. La rivalidad es histórica, y se alimenta año a año.

Pero la  emoción del partido del lunes no se explicaba sólo por la historia. También estaba en juego el presente: los dos equipos llegaban al partido en plena forma, en búsqueda del liderato de la Liga, y tienen en sus plantillas a los mejores jugadores y entrenadores del mundo. El desenlace no hace falta contarlo: supongo que ya lo vieron ústedes. O lo sufrieron, como un servidor.

Mañana a las siete y media, en el estadio Rose Bowl de Pasadena, se juega el partido de la liga universitaria de "football americano" entre la Universidad de Los Ángeles (UCLA) y la Universidad del Sur de California (USC). Habrá 92.542 espectadores.

Los dos equipos, por distintas razones, no tienen nada que jugarse en el presente. El equipo UCLA Bruin ha perdido cinco de sus últimos seis partidos y no tiene opciones matemáticas de clasificarse para las finales de la liga universitaria. Los USC Trojan han realizado una mejor campaña, pero sufren una sanción de la asociacion de deporte universitario (NCAA) que les prohíbe clasificarse para las finales durante dos años.

Esto significa, por tanto, que no hay absolutamente nada en juego.

La ciudad y las universidades están, sin embargo, paralizadas por el partido.

La estatua del oso-mascota de la universidad UCLA está envuelta en una caja protectora desde el domingo pasado. Hace años, los estudiantes de la universidad USC la profanaron con los colores granates de su equipo. En la tarde del miércoles, los estudiantes de UCLA hicieron una hoguera gigante en el campus y cantaron alrededor en contra del equipo rival. El precio más barato de una localidad, en un partido corriente, es de 16 dólares; el precio más barato de una localidad, en el partido contra USC, es de 80 dólares. Aún así, las entradas se agotaron hace semanas.

Es cierto que este año no hay beneficios materiales en juego. Pero está en juego algo mucho más valioso: el orgullo y la gloria de vencer al enemigo íntimo. No está en juego el presente. Está en juego la historia.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Medidas de seguridad

Había una vez un grupo de amigos que compartían un terreno donde construyeron una casa. Después de terminar la construccion del edificio, decidieron crear un jardín con unas pistas de tenis, una piscina de tamaño mediano, un pequeño local donde celebrar cumpleaños en invierno, y algunas zonas con bancos donde sentarse a descansar.

Cuando todo estaba construído, se sentaron una tarde a planear las medidas de seguridad con que defenderían el edificio y, sobre todo, a sus habitantes: niños y mayores. Ninguno tenía duda de que su edificio, que habían construido con esfuerzo y paciencia, estaba en una zona residencial tranquila, fuera de peligros. Pero todos sabían también que nunca se sabe, que siempre hay personas malas por ahí fuera, dispuestas a ir hasta el edificio y ponerles en problemas.

Debido a ello, los amigos que habían construido la casa no se ponían de acuerdo.

Unos eran partidiarios de blindar el edificio con largas verjas con espinas, querían colocar video-cámaras que grabasen los lugares de entrada y salida y contratar un vigilante de seguridad que hiciese guardia a todas horas. Estos formaban el grupo partidario de primar la seguridad. Otros eran partidarios de colocar verjas, pero sin espinas, creían que no era necesario instalar cámaras de video que les grabasen yendo y viniendo, día tras día, y no veían necesario contar con un vigilante de seguridad las veinticuatro horas del día. Estos formaban el grupo partidario de primar la libertad.

Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, las medidas de seguridad de los aeropuertos de Estados Unidos se han incrementado sin parar, y desde hace días, 70 aeropuertos de Estados Unidos han añadido métodos de control nuevos en la entrada de pasajeros.

En la zona de control, uno debe quitarse los zapatos, deshacerse de cualquier recipiente con líquido, incluso de una botella de agua contra la tos seca, y colocar todo lo que lleve en unas bandejas. La novedad está en el siguiente paso: cuando pasan por el arco detector de metales, los pasajeros son sometidos a un escáner corporal que es capaz de ver a través de la ropa, y las imágenes son revisadas en otra habitación. Si uno se niega a pasar este control, es sometido a un cacheo manual exhaustivo en una habitacíón privada, pero eso conlleva diez o quince minutos. Desde diferentes rincones del país, se animó a los ciudadanos a protestar contra estos sistemas y boicotearlos durante los vuelos de las vacaciones del "Día de Accion de Gracias". Pero solo hubo gestos que quedaron como anécdotas: como una mujer que pasó los controles en bikini o unos tipos que vistieron calzoncillos opacos.

El Jefe de la Administración de Seguridad en el Transporte, John S. Pistole, ha asegurado que, a pesar de las protestas, "no habrá cambios inmediatos". Barack Obama, el presidente del país, ha afirmado que comprende el malestar del ciudadano pero que son medidas necesarias para proteger a la nación.

Estados Unidos sí tiene claro cuáles quiere que sean las medidas de seguridad de su edificio.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Feliz Día de Acción de Gracias

Hace muchos, muchos años, en los inicios del siglo diecisiete, ingleses e irlandeses aventureros cogieron barcos y provisiones, y cruzaron el océano Atlántico buscando tierras donde rehacer sus vidas. Así llegaron a Norteamérica, donde fundaron las 13 colonias consideradas el origen de Estados Unidos.

Un grupo de estos colonos, llamados los peregrinos, buscaban un lugar donde practicar libremente su fe religiosa, que contradecía la norma inglesa: eran puritanos radicales y habían formado la Iglesia Separatista de Inglaterra. En diciembre de 1620 llegaron con su barco, el Mayflower, a las tierras de Plymouth Rock, en la región de Nueva Inglaterra, en el noreste de Estados Unidos, en el actual estado de Massachusetts. Allí formaron la colonia de Plymouth.

El primer invierno fue tan crudo que murieron la mitad de aquellos hombres. El otoño de 1621, sin embargo, fue amable, los supervivientes tuvieron una gran cosecha, y llegaron buenos tiempos. Como agradecimiento a Dios, el gobernador de los colonos, William Bradford, decidió organizar una gran cena, donde comieron patos salvajes y gansos asados. A la cena fueron invitados los indios nativos americanos. Querían agradecerles su ayuda: sin ellos, ningún colono habría sobrevivido.

Esta celebración se repitió en el verano de 1676. Fue proclamada oficialmente por el presidente Lincoln en 1863, y se convirtió en día legalmente festivo en el año 1941, con la aprobación del Congreso de la nación. La fecha elegida fue el cuarto jueves del mes de noviembre. Desde entonces, los americanos esperan ansiosos la llegada del Día de Accion de Gracias o "Thanksgiving Day".

En los tiempos recientes, la fiesta ha perdido su significado religioso, pero sigue siendo la favorita del pueblo.

En estas fechas, las familias americanas viajan, en avión o por carretera, de un rincón a otro del país, se reúnen y comparten una cena cálida en la noche del jueves. Un aeropuerto es un lugar perfecto para sentir las ilusiones de la gente: si uno observa bien, puede captarlas en el ambiente. Hoy, los americanos han cogido aviones, con abrigos y sonrisas, leyendo libros de bolsillo y jugando con sus Ipads, bebiendo cafés ardientes, sin molestarse por las esperas y retrasos: la ilusión de la vuelta a casa les envolvía.

El plato estrella en la cena del jueves es, en el noventa y cinco por ciento de hogares, el pavo, que se ha convertido en un símbolo de la fiesta, y es acompañado de patatas asadas, salsa de arándanos, y pastel de calabaza. Después de la cena las familias charlan tranquilamente, sin intercambio de regalos, recuerdan historias pasadas, y ven fútbol americano y dibujos de Charlie Brown en la televisión.

Podríamos imaginar por un momento que yo soy el colono, recién llegado de Europa, que da gracias al americano nativo, mi compañero de habitación y amigo, Alex, por ayudarme a instalarme en las nuevas tierras de América. Por eso, en la mañana del miércoles cogimos un avión en el aeropuerto de Los Ángeles y volamos hacía San José, en el norte del estado de California, para reunirnos con sus padres taiwaneses y su hermano pequeño. Por eso, en la noche de hoy, jueves, cenaremos pavo y patatas asadas, y compartiremos mesa. Por eso, les deseo que tengan un feliz Día de Acción de Gracias.

martes, 23 de noviembre de 2010

Capacidad de asociación

La Universidad de California de Los Ángeles (de ahora en adelante, UCLA) tiene 38.476 alumnos. Todos ellos pueden inscribirse en cualquiera de las 950 asociaciones de alumnos que hay a su disposición.

Las hay de arte, de negocios, de deporte, de medio ambiente, de derecho, de periodismo, de activismo social, de política, de música, de liderazgo, de religiones, de cine. De todo lo que puedan imaginarse y de aquello que no se imaginan. Las más numerosas son las de religión y culturales. Algunos ejemplos son: "Afrikan Mens Collective", "Muslim Students Association at UCLA", "Bruins for Israel", "Friends of the Spartacus Youth Club", "Film & Photography Society", o "Figure Skating Club at UCLA".

Lo más incómodo de este afán asociacionista está en su manera de reclutar seguidores. Todas estas asociaciones ocupan una serie de pequeñas mesas y puestecitos a lo largo de la calle más transitada del campus de la universidad durante las mañanas laborales. Se trata del "Bruin Walk", un camino que preside una estatua del oso Bruin, la mascota de la universidad. Por este camino hay que pasar, casi sin otra opción, para acudir a las facultades, y aquí se colocan los portavoces de las asociaciones. Aquí gritan sin piedad, regalan café con magdalenas gigantes, cantan himnos, agitan pancartas, lanzan bolígrafos. Algunos lo hacen incluso disfrazados de héroes de tebeos y te chocan la mano al pasar. Otros te ruegan atención por un minuto para salvar a la nación. Todo con la intención de ganar adeptos.

Por aquí camino yo todas las mañanas, unas a las nueve, otras a las once, unas más dormido, otras menos despierto. Cuando enfilo este cruce de vidas anónimas, me hago el antipático, alzo la vista al horizonte e ignoro cualquier ofrecimiento. Acostumbro a llevar los cascos de música, con rock and roll de Pereza, The Rolling Stone o Bob Dylan, y evito mirar hacia los lados. A veces me confío, cruzamos miradas y me tienden un folleto informativo. Unas veces lo recogo, y lo suelto en la cuarta papelera de reciclaja que veo, y otras les dio las gracias, sin sacar mis manos de los bolsillos.

Esto demuestra que los universitarios americanos tienen ganas, posibilidades e intenciones de involucrarse en una vida comunitaria con sus compañeros. El lazo de unión es variable. Pero la intención es similar. Los universitarios españoles suelen acudir a clase, beber cafés entre horas, recoger apuntes y fotocopiar libros, y se marchan a casa. No quieren saber nada más de la universidad. Para hacerse una idea de la diferencia, sólo hay que atender a los números: la Universidad Carlos III de Madrid tiene 18.950 alumnos, y un número de asociaciones en torno a 40; y la Universidad Autónoma de Madrid, con un número de alumnos en torno a los 33.000, tiene cerca de 60 asociaciones.

En el camino a estas facultades, en cambio, uno puede caminar relajado, sin necesidad de esquivar a  incómodos portavoces de asociaciones de estudiantes.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Masas

Si usted ha leído cada uno de los siete libros protagonizados por Harry Potter, incluso algunos hasta en dos o tres ocasiones, y ha visto sus películas en el cine, acudiendo sin pereza el primer día que eran estrenadas en su país, seguramente se considere un verdadero seguidor de sus novelas. Usted irá diciendo por ahí que es un incondicional, fiel y orgulloso, que no pierde detalle y que es capaz de reproducir incluso diálogos entre Harry y Ron.

Olvídese: no tiene nada que hacer. La pasión demostrada por cantidad de jóvenes americanos ante el estreno de la película "Harry Potter y las Reliquías de la Muerte. Parte 1" en Estados Unidos es infinitamente mayor.

La sesión de la película fue en la medianoche que dejaba atrás el jueves 18 y daba paso al viernes 19 de noviembre, en los cines Village y Bruin del barrio universitario de Westwood. La hora exacta del comienzo de la película eran las 00:05, y las puertas de los teatros se abrieron a las 22:00 , para que los espectadores cogiesen asiento según orden de llegada. Yo bajé al barrio con mi amigo Pablo cerca de las 20:30 con la intención de comer un par de hamburguesas y beber buena cerveza. Mientras bajábamos por la calle Gayley, vimos, de repente, un montón de gente alineada contra un edificio. Seguimos caminando unos metros y confirmamos nuestras peores sospechas: una serpiente de personas daba la vuelta a un manzana entera de edificios desde la puerta del teatro Village. La línea de espera en el otro teatro, al que nosotros íbamos, era algo más pequeña, pero también bastante considerable. Les recuerdo la peculiaridad que hace del momento algo incomprensible: todavía quedaban cuatro horas para que se proyectase la película.

Todas estas personas estaban apoyadas contra los edificios, con cojines, colchones, mantas, y comían a la desesperada pizzas y bocadillos. Muchos de ellos eran, más que personas, pequeños magos. Llevaban pintada la cicatriz de Harry Potter en la frente, vestían las chaquetas del colegio Hogwart, se abrigaban con bufandas con rayas amarillas y granates y se apuntaban unas a otras con varitas mágicas. Creánme: no exagero ni una pizca. Cuando entramos al teatro, la gente se fue colocando en sus asientos. Cuando aparecieron los trailers y anuncios publicitarios, la gente aplaudió y chilló con emoción. Les vuelvo a recordar la peculiaridad que hace del momento algo incomprensible: todavía quedaban dos horas para que se proyectase la película.

Pablo, Alex y yo escogimos una buena localidad, compartimos una bolsa mediana de palomitas con mantequilla y esperamos al inicio. Yo reconozco que me desenganché del mundo mágico de Harry Potter hace años: me leí los cuatro primeros libros cuando salieron en su día, pero no conseguí interesarme por los siguientes. Quizás por eso, la película no me pareció gran cosa y desentoné con la reacción final. Mientras la masa del público gritaba excitada, yo me limité a aplaudir.

martes, 16 de noviembre de 2010

La carretera más bonita del mundo

Dice George Steiner que en Europa "al viajero siempre le parece estar cerca del campanario del próximo pueblo". Y es verdad. Las ciudades europeas fueron construidas por los hombres para ser paseadas a pie. En Norteamérica, sin embargo, las distancias entre los poblados de hombres son enormes, y la naturaleza impone su ley. Por ellos, los viajes se realizan por carretera, en coche, y los paisajes son abiertos, impresionantes, inmensos. Concluye Steiner diciendo que el americano suele sentir algo así como claustrofobia entre los edificios europeos, y que el europeo acostumbra a quedar asombrado con los "grandes cielos" americanos.

Les puedo prometer que esto es así, porque el fin de semana pasado recorrí la autopista número 1 del Pacífico (Highway 1), desde Los Ángeles a Santa Cruz, haciendo paradas en pueblos, playas y rincones, y todavía sigo asombrado.

 Creo que es la carretera más bonita del mundo que he recorrido nunca.

Nuestro viaje comenzó en Los Ángeles, donde vimos amanecer, entre calles vacías, a las siete de la mañana, desde la playa de Santa Mónica. Los ocupantes del coche fuimos: Julien, un chico francés, alegre y decidido; Aytekin, un chico turco muy simpático y con arte para hacernos reír; Laure, una chica francesa tierna y prudente; Julia, mi amiga madrileña, una chica valiente y soñadora; y yo, el tipo del pelo encrespado. La planificación solo incluía una noche en hostal en la localidad norteña de Santa Cruz. Lo demás, lo importante, estaba en la ruta, en el viaje por carretera.

Nuestra primera parada fue en la localidad de Santa Bárbara, un lugar acogedor, con aire mediterráneo, rodeado de tiendas y casas elegantes, bares irlandeses y cafeterías americanas. El puerto deportivo, con construcciones de madera, pelícanos buscando peces y grandes palmeras, estaba desierto en las primeras horas del día. Después elegimos la ciudad de Solvang, construída imitando el estilo urbano de Dinamarca, con cervecerías y panaderías, iglesias y molinos, con tejados negros y fachadas rojas. Uno de sus parques rinde homenaje al escritor de cuentos Hans Christian Andersen.

Hicimos una pequeña pausa para comer unos trozos de pizza y sandwich en la localidad de San Luis Obispo, una ciudad fundada por misioneros españoles, y continuamos por la autopista rumbo al norte. Cerca de San Simeon pudimos ver a lo lejos el castillo de William Hearts, el magnate de la prensa americana que inspiró la película "Ciudadano Kane", y saludamos a una colonia de amistosos elefantes marinos en la Punta de Piedras Blancas.

A partir de entonces, la carretera del Pacífico comenzó a circular en paralelo a grandes montañas de arbustos, los montes Santa Lucía, y se estrechó, cogiendo forma de serpiente, dejando a nuestra derecha acantilados y playas salvajes. Nos estábamos adentrando en el Big Sur, un paisaje de unos 150 kilómetros entre San Simeon y Carmel, donde conviven artistas, nómadas y viajeros. Las sensaciones desde el coche eran asombrosas: el cielo despejado, la luz del sol en el atardecer y el inmenso océano conformaban un contraste de colores cautivador, inimaginable. Entre aquellas curvas hay lugares acondicionados para que los viajeros paren sus coches y miren, disfruten, sientan. Nosotros elegimos una pequeña cala que esconde una cascada de agua, de nombre McWay, donde vimos la caída del sol.

Después, encontramos la pequeña librería en memoria del escritor norteamericano y habitante de estas tierras bohemias, Henry Miller. Sus playas y bosques inspiraron su literatura y le atraparon para vivir, como también sucedió con Hunther S. Thompson o Jack Kerouc. Todos ellos escribieron durante el siglo veinte contra la cultura establecida en Estados Unidos y llevaron vidas errantes, salvajes, desafiantes. Exactamente como estas tierras: a pocos kilómetros del corazón de la sociedad occidental pero totalmente diferentes de la normalidad.

Aquella noche dormimos en Santa Cruz, paraíso de surfistas, en una encantadora noche de un noviembre cálido. Al día siguiente recorrimos las localidades de Monterrey y el Carmel, una ciudad de millonarios con galerías de arte y playas donde se pueden pasear perros, y después volvimos a dormir a Los Ángeles. Creo que nunca olvidaré los paisajes de aquella costa salvaje y su trayecto por carretera. Y, por supuesto, volveré.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Veterans Day

A las 11 de la mañana del día 11 del mes 11 del año 1918. En aquel momento se produjo el cese definitivo de hostilidades entre los combatientes de la Primera Guerra Mundial. Aunque aquella "Gran Guerra" terminó oficialmente con el Tratado de Paz de Versalles, firmado el 28 de junio de 1919 entre las potencias aliadas y Alemania, la verdad es que el cese efectivo de los disparos en tierras europeas se había producido en el mes de noviembre.

Al año siguiente, el presidente americano Wilson proclamó que aquel día sería rememorado como el día del armisticio y los soldados americanos serían honrados en toda la nación. Después de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea, aquella fiesta federal se transformó en el Veterans Day o Día de los Veteranos de Guerra, una fecha dedicada a honrar a los soldados americanos que hayan luchado en cualquier guerra. La celebración de los caídos en combate tiene lugar otro día, el último lunes de mayo con la fiesta del "Memorial Day".

En la actualidad hay aproximadamente 23.2 millones de militares veteranos en Estados Unidos. De estos, 9.2 millones superan los 65 años de edad; 1.9 millones tiene menos de 35 años; 1.8 millones son mujeres.

De todos ellos, 7.8 millones sirvieron durante la guerra de Vietnam (1964-1975), lo que representa un 33 % de todos los veteranos; 5.2 millones sirvieron durante la guerra del Golfo (desde 1990 hasta el presente); 2.6 millones sirvieron durante la Segunda Guerra Mundial (1941-1945); 2.8 millones sirvieron durante la guerra de Corea (1950-1953); y 6 millones sirvieron en tiempos de paz.

Algunos estados del país cuentan incluso con más de un millón de veteranos entre su población: California tiene 2.1 millones; Florida, 1.7 millones; Texas, 1.7 millones; Nueva York, 1 millón; y Pensilvania, 1 millón. Como se puede observar, los veteranos de guerra son una población importante de Estados Unidos, son respetados y honrados, y han influído directamente en las actitudes del país ante las relaciones internacionales y la guerra.

El continente europeo ha asumido desde hace años una profunda conciencia contra la guerra como medio de solución de conflictos, y en ello camina también la comunidad internacional. Las secuelas culturales del terror de la Segunda Guerra Mundial, que destrozó el continente entero, han conducido a esta tendencia.

Supongo, por tanto, que esta celebración sugiere en los europeos sensaciones contradictorias. Algunos ciudadanos rechazarán en ella un fuerte carácter patriótico y militarista, otros sentirán simpatía por una práctica que reconoce el mérito de los que lucharon en defensa de su país.

Yo he desarrollado una teoría pequeñita, no muy original y seguramente errónea, sobre la actitud de los americanos ante los veteranos de guerra. Creo que el pueblo americano, en líneas generales, no celebra la guerra como tal, en sentido abstracto. Lo que el pueblo americano honra con esta celebración y tantas más es la historia de todos los soldados que se han visto obligados a acudir al frente en alguna ocasión. Estados Unidos ha estado involucrado en muchas guerras y todos esos soldados anónimos no son uniformes abstractos. Son hermanos, primos, vecinos, compañeros de universidad. Son a ellos a quienes honran.

Aunque, quizás, la mejor honra sería que, un día, dejase de haber veteranos de guerra.

martes, 9 de noviembre de 2010

Football americano

Quizás ustedes creían que conociendo a unos pocos americanos nativos, leyendo alguna obra de Mark Twain o Jack Kerouc, comprando algunos electrodomésticos en el establecimiento Macy's y cenando varias noches de otoño en la hamburguesería In-N-Out, uno puede llegar a entender en qué consiste la sociedad americana. Pero se equivocan: el proceso es mucho más lento y complejo, y uno nunca puede confiarse, pues siempre hay situaciones nuevas, sorprendentes, inexplicables a los ojos de un europeo.

El football americano es uno de esos fenómenos díficiles de captar. Aunque he preguntado a varias personas más expertas en este deporte, y he entendido algunas nociones básicas, reconozco que aún se me escapa su esencia. No termino de entender todas las formas de puntuar ni las continuas paradas de juego ni el propósito de algunas jugadas. Perdonen ustedes, por tanto, mis meteduras de pata.

El pasado sábado el equipo de la universidad (UCLA) jugaba uno de los últimos partidos de la temporada contra la universidad de Oregon. El partido se divide en cuatro cuartos de quince minutos. Eso suma un total de sesenta minutos: una hora. Sumando todas las interrupciones del juego el tiempo final se convierte en ciento ochenta minutos o tres horas. Y si añadimos el viaje hasta el estadio de la universidad, ida y vuelta, con la barbacoa previa al encuentro, tenemos un total de cuatrocientos veinte minutos o siete horas.

Todas las mañanas de partido una caravana de autobuses amarillos escolares parte de la universidad hacia el estadio, cargando con un ejército de estudiantes con camisetas azules y doradas y las caras pintadas. El trayecto dura cerca de una hora, puesto que el estadio de juego, el Rose Bowl, está en Pasadena. No crean que hablamos de un estadio cualquiera: el Rose Bowl tiene capacidad para noventa y dos mil quinientas personas, y aquí se jugó la final de la Copa del Mundo de fútbol de 1994, en la que Brasil venció a Italia tras el fallo del maestro Roberto Baggio en la tanda de penaltis.

En sus alrededores, familias enteras, adolescentes, universitarios, se reúnen desde primeras horas del día, esperando la hora del partido. Allí aparcan sus grandes coches, sacan neveras plagadas de cerveza fría, colocan sillones, ponen televisores con deporte y música moderna, y comen hamburguesas y salchichas a la brasa. Esta parte del día es tan importante, o más, que el propio desarrollo del juego. Lo mismo sucede con todos los ritos que acompañan al partido. Me refiero al espectáculo complementario: la banda de música que abre el encuentro con el himno nacional, las sensuales cheerleaders que bailan hacia la grada en cada parada, y los gritos y cánticos de todo el estadio. Todo ello conforma un espectáculo único que genera más atención que el propio juego.

El equipo de la UCLA no pasa por uno de sus mejores momentos. Para que se hagan una idea, su último campeonato en la Conferencia del Pacífico fue en 1998, y el único año en que se proclamaron campeones nacionales fue en 1954. Por aquel entonces, el actual rector de la universidad, Gene Block, tenía seis años. A pesar de ello, la asistencia al partido contra Oregon fue superior a los sesenta mil espectadores.

El sábado el partido caminaba por la normalidad durante el último cuarto, con un empate a catorce en el marcador, cuando quedaban cuatro segundos. En ese momento un jugador de la UCLA corría como un enérgumento hacia la linea de anotación. Un rival le golpeó y cayó fuera del campo. Los árbitros dedicieron que faltaba un segundo de juego. El equipo de la UCLA tenía la posesión del balón, pero a una distancia de de los postes de gol superior a cincuenta yardas, desde donde muy pocos jugadores son capaces de anotar. Sin embargo, el jugador de la UCLA lo hizo, tres puntos subieron al marcador y ganamos el partido. Los jugadores corrieron enloquecidos, las cheerleaders menearon sus caderas, los estudiantes saltaron en sus asientos. Entonces, me abracé a mis acompañantes y grité como un forofo más. No había entendido muchas reglas del juego, pero había interiorizado lo fundamental: la pasión de la grada. Y es que la pasión no es americana ni europea. Es universal.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Datos y valoraciones

Las elecciones intermedias de Estados Unidos han dejado conclusiones bastante claras. El partido republicano ha obtenido el poder del Congreso con una holgura tremenda; los demócratas han sostenido la mayoría en el Senado, aunque perdiendo asientos; algunos representantes del movimiento ultra-conservador del Tea-Party se han convertido en governadores, aunque menos de los esperados; y California ha respondido a su fama de tierra liberal, pues los demócratas han vencido en todas las elecciones. Barack Obama ha perdido.

Todo esto se puede sostener en hechos, en datos.

El partido demócrata tenía 255 escaños en el Congreso, y ahora tiene 185. El partido republicano tenía 178, y ahora tiene 239. La mayoría se establece con 218 escaños. Esto significa que los republicanos han arrasado en todo el país, y todo apunta a que John A. Boehner, de Ohio, será el presidente de la cámara.

En el Senado se han renovado 37 escaños de un total de 100. Los demócratas tenían 59, y ahora tienen 51; y los republicanos tenían 41 y ahora tienen 46. Los demócratas siguen siendo mayoría pero han perdido asientos en favor de los republicanos.

Y, por último, se eligieron 37 gobernadores de los 50 estados. Los demócratas tenían 26, y ahora tienen 16; mientras que los republicanos tenían 23 y ahora tienen 29.

Todo lo demás, lo que no sean estos datos, es opinable o discutible. Estos resultados se han analizado desde dos puntos de vista: buscando causas y previendo consecuencias.

Si buscamos las causas, los análisis de prensa apuntan a que el pueblo americano ha demostrado su enfado y frustración ante la crisis económica del país. Los ciudadanos prefieren que Obama centre todos sus esfuerzos en rebajar la tasa de paro y aparque las demás políticas. Esta sensación ha venido acompañada por otra realmente decisiva. Los americanos tienen pánico a un Estado intervencionista y aman la libertad individual. Creen que las actuaciones del presidente -seguro médico universal, impuestos, reforma financiera- están poniendola en peligro, y por ahí no pasan. (Otro día intentaré reflexionar sobre este concepto de libertad, y las grandes diferencias entre el sistema americano y europeo en ese sentido).

Si buscamos las consecuencias, los análisis de prensa destacan el papel nuevo de los republicanos. Ahora mismo, han dejado de ser parte de la oposición, y deberán ser parte de la solución, como afirma William A. Galston, quien fuera consejero del gobierno de Bill Clinton. Esto significa que su victoria podría aupar el relanzamiento de la popularidad de Obama. Si los republicanos bloquean cualquier propuesta del presidente y no construyen propuestas viables, el pueblo americano les culpará del estancamiento. Y Obama volverá a vencer en las próximas elecciones presidenciales de 2012.

Pero para saberlo, tendremos que esperar a las próximas elecciones. Tendremos que esperar a que tengamos más datos y no tantas valoraciones.

martes, 2 de noviembre de 2010

Sobre el sol y la lluvia

-Buenos días. Pues a ver si vuelve el buen tiempo de una vez, ¿no?
-Tú me dirás, lleva dos semanas que no hay quien salga de casa.
-Bueno, que vaya bien, recuerdos a tus padres.
-Adiós, adiós.

            Se ha instalado entre la gente la creencia de que el tiempo meteorológico no es sino un tema banal para llenar conversaciones de ascensor. Yo no puedo estar más en desacuerdo. Reconozco que es una táctica utilizada con astucia por las personas para evitar silencios incómodos con personas incómodas. Todos nos hemos encontrado en la situación alguna vez: hay tipos con los que te cruzas a menudo y tienes la educación y el placer de saludar, pero que no te generan ninguna confianza para comentarles apenas algún dato relevante o detalle sobre tu día a día. A veces son vecinos, a veces compañeros de gimnasio, a veces amigos de tus amigos, a veces antiguos compañeros de colegio. Entonces, le comentas que a ti siempre te han gustado las lluvias y tormentas, pero que ya es hora de pasear al perro a gusto en un día soleado, y se acabó.

        Pero la verdad es que el tiempo meteorológico es algo muy importante. El clima de los continentes, países, regiones y ciudades determina, junto con sus condiciones geográficas, aspectos decisivos de la economía del lugar y de la personalidad de los ciudadanos. No es ninguna casualidad que los finlandeses sean tipos tan serios, meticulosos y trabajadores: sus inviernos son muy crudos, y siempre se recogen en casa después de la jornada de trabajo, pues la temperatura no permite salir a bares o comercios. Los ingleses han optado por la resignación y han generado un humor irónico, ácido, hartos de ver llover y llover sin parar; mientras que los españoles somos un pueblo extrovertido, con ganas de salir a bailar y beber vinos bajo el cielo despejado.

      Cuando llegué a la ciudad de Los Ángeles, a mediados de septiembre, me sorprendió el caluroso tiempo que hacía en comparación con la ciudad de Madrid de la que partí. Cuando los días fueron pasando, aquella sorpresa se convirtió en normalidad. Recuerdo que el veintisiete de septiembre se alcanzaron las temperaturas más altas en la historia de la ciudad: 113º Fahrenheit o 45º grados centígrados. Yo apenas le dí importancia. Durante este mes y medio hemos tenido una semana y un par de días lluviosos, en los que eran necesarios paraguas y chaqueta. Pero siempre volvía el sol de California, con unas temperaturas en torno a los veintidós, veintitrés grados de media. Hace una semanas, un gran amigo que estudia en Londres me comentó que allí no se quita el abrigo desde que amanece hasta que anochece. He querido dar de margen todo el mes de octubre, pensando que esto acabaría una noche cualquiera, pero la llegada del mes de noviembre en estas condiciones me ha obligado a escribir unas líneas sobre el tiempo meteorológico.

En la mañana de hoy, dos de noviembre, he acudido a clase a hacer un examen, he comido en un bar viendo el partido entre el Tottenham y el Inter de Milan de Copa de Europa, y he merodeado por el barrio, leyendo el periódico del día previo a las elecciones, con la misma ropa que suelo llevar en la playa de la Barrosa de Chiclana, Cádiz, cuando voy a tomar helados de stracciatella o batidos en una calurosa tarde del mes de agosto: con un pantaloncillo corto, una camiseta y mis gafas de sol. Y para mañana se prevén 35º grados. Claro que no es normal. Es California.

jueves, 28 de octubre de 2010

Los comensales tranquilos

El campus de la universidad UCLA incluye diversas residencias, de varias categorías y con muchísimas habitaciones, y variados comedores y restaurantes, algunos con comida rápida sólamente para llevar. Yo acostumbro a ir a uno de los grandes comedores, de nombre Covel, donde hay gran variedad de alimentos. En él uno puede comer realmente sano si se lo propone, y está todo bastante bueno. La oferta incluye ensaladas al gusto, pasta italiana variable, algunas raras sopas, pizzas americanas, hamburguesas y perritos calientes con patatas fritas, carne europea y filetes de pollo, arroces normales y con especias, y otras cosas que seguramente olvido, además de frutas, helados, cafés y pasteles y tartas sabrosas.

Resulta bastante curioso el modo en que los americanos conciben las actividades de comer y cenar: parece que tratan de quitarselas de encima cuanto antes, como si fuera un tiempo muerto del día o tuvieran ocho o nueve cosas mejor que hacer en ese momento, menospreciando su necesidad y disfrute. Yo nunca he tenido un gran paladar, lo reconozco, pero sí aprecio una comida tranquila y una larga sobremesa. Esta sensación se reconoce mejor fuera de los comedores universitarios, si uno se adentra en los restaurantes o puestos de comidas del barrio. En estos locales muchos comensales tienen sus ordenadores portátiles en la mesa y mandan importantes correos electrónicos, a la vez que echan ketchup sobre sus hamburguesas; otros terminan las páginas del último libro de Paul Auster, intercalando bocados de una pizza con pepperoni y extra de queso. Intuyo que esta es una de las razones por las que abundan y triunfan los puestos de comida rápida, unos lugares donde venden hamburguesas dobles, sanwiches rellenos de todo un poco, pizzas enormes, quesadillas mexicanas, todo ello metido en bolsas de papel o cajas de poliestireno.

Pero esta no es la razón que me ha movido a escribir sobre mis comidas y cenas. La razón son mis acompañantes habituales, gentes de todas partes del mundo, que conforman una mezcla de culturas interesante.

Prácticamente siempre comparto mesa con Alex C., mi compañero de habitación; Alex K., que vive en la otra habitación de nuestro apartamento; y José, un chico que hace vida en otro apartamento del mismo edificio. El primero nació en Fremont, una ciudad del norte de California, y sus padres nacieron y emigraron de Taiwan. El segundo nació en una ciudad a cuarenta y cinco minutos de Los Ángeles, y es descendiente en segunda generación de escoceses. Y el tercero nació y vivió en la India hasta los dieciocho años, cuando víno a California a estudiar, con los estudios pagados por una beca. En ocasiones, también me cruzo por el comedor y saludo a Hiroshi, un chico japonés que está un año de intercambio. Otras veces aparece Elisa, una chica nacida en Alemania, de madre vasca y padre alemán, que ha vivido y estudiado toda su vida en Londres. Marco, Matteo y Steffano, procedentes del norte de Italia, también suelen comer en estas mesas.

-Tengo un examen parcial mañana, estamos planeando un viaje para dentro de poco, no sé qué disfraz comprarme todavía, quiero dar un paseo por Hollywood una noche cualquiera, a ver si echamos un partido de fútbol de una vez.
Estas son algunas de las frases que se oyen mientras comemos. Nosotros no tenemos mucha prisa: solemos aprovechar la comida para hablar tranquilamente sobre cómo marchan las cosas.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Pasión por Halloween

En una época de discusiones entre los americanos, unos a favor de los demócratas, otros de los republicanos, unos apostando por los Miami Heat de Lebron James, otros confiando en Los Angeles Lakers, se acerca una celebración que consigue el consenso de toda la nación: todo el mundo está deseando que llegue la fiesta de Halloween del 31 de octubre.

Para entender en qué consiste esta fiesta tenemos que remontarnos tiempo atrás. En otra época, en otro lugar. El origen lo encontramos en los pueblos celtas que poblaron las tierras de Reino Unido, Irlanda y el norte de Francia hace cerca de dos mil años. Estos pueblos celebraban la llegada del nuevo año el día uno de noviembre, cuando terminaba el verano y la época de cosecha, y empezaban los días fríos y oscuros. Los celtas creían que, en la noche previa al uno de noviembre, la frontera entre el mundo de los vivos y el de los muertos se difuminaba, dejando a los espíritus, buenos y malos, merodear libremente. Esa noche los celtas hacían hogueras, sacraficaban animales para sus dioses y se vestían con pieles y cabezas de animales. La conquista de estas tierras por los romanos introdujo otras costumbres que se fueron añadiendo. Durante mucho tiempo, esta celebración se mantuvo en las tierras celtas de Europa. Tiempo después, los cristianos empezaron a celebrar el día uno de noviembre la festividad de Todos los Santos, recordando a los familiares difuntos, y aportaron un matiz religioso.  

Fueron los inmigrantes irlandeses quienes llevaron estas costumbres a las tierras de Estados Unidos. El momento culminante se produjo en 1846, con la llamada "hambruna irlandesa", cuando millones de irlandeses huyeron a América. La gente, en aquellos días, se vestía con disfraces y visitaba las casas vecinas, pidiendo dinero o comida. Así empezó la tradición del "truco o trato". Poco a poco, la fiesta fue juntando prácticas de todas sus raíces históricas, y los americanos fueron ganando entusiasmo. Durante el siglo diecinueve y principios del veinte, un movimiento recorrió Estados Unidos con la intención de retocar el espíritu de las fiestas: se quería implicar a toda la comunidad, eliminando los símbolos de miedo y superstición. Así, los niños y adolescentes se fueron incorporando a las celebraciones, y se popularizaron las fiestas de disfraces, los juegos, y los grandes desfiles. Durante los años setenta y ochenta, la publicidad y las películas de Hollywood se encargaron de difundir estas costumbres por todo el mundo.

En la actualidad, los norteamericanos sienten pasión por Halloween. Solamente hace falta un paseo por un barrio normal de una ciudad cualquiera para darse cuenta de ello. Desde hace tres semanas, los locales, tiendas, cafeterías y casas del barrio de Westwood de Los Ángeles están decorados con grandes calabazas, fantasmas y telas de araña. Los universitarios llevan mucho tiempo pensando si se disfrazarán de Drácula o de Freddic Krueger, mientras las chicas dudan entre la versión sexy de Avatar o la versión erótica de Catwoman. El profesor de una de las asignaturas que curso nos ha traído chocolatinas en una bolsa con forma de calabaza, y todos los apartamentos preparan fiestas para las noches de este fin de semana.

Para participar en todo ello, los americanos gastan cada año cerca de siete billones de dólares en estas fiestas. El periódico "Usa Today" recoge, en cambio, que la situación económica está afectando al gasto medio este año. Cada persona se dejará de media "sólamente" sesenta y seis dólares con veintiocho centavos.

domingo, 24 de octubre de 2010

Lectores de novela policiaca

Michael Connelly, uno de los mejores escritores de novela policiaca de Estados Unidos, nació en Florida, donde se graduó como periodista. Años después, mientras trabajaba como redactor, escribió un reportaje para una revista sobre los supervivientes de un accidente aéreo y fue nominado al premio Pulitzer. Aquello le cambió la vida: fue contratado por el periódico "Los Angeles Times" como reportero de crímenes y se marchó a vivir a la ciudad donde había vivido y escrito novelas su gran ídolo, Raymond Chandler,: Los Angeles. 


Allí trabajo como periodista y comenzó a escribir novelas policiacas, protagonizadas por el detective privado Harry Bosch. El éxito le permitio abandonar la profesión en los periódicos y dedicarse por completo a la literatura. Todas sus últimas novelas están situadas en la ciudad de Los Ángeles y basadas en las aventuras y casos del abogado defensor Mickey Haller. Una ciudad tan grande, con gentes tan diversas, social y culturalmente, es un lugar ideal para inventar historias de misterio y pistolas.

Las novelas policiacas son un género muy especial. Suelen basarse en un esquema tipo: la razón crea un caso criminal, basado en temores y misterios que averiguar, y la propia razón de unos hombrecillos peculiares, ya sean abogados o detectives, bebedores de whisky y fumadores de cigarrillos, divorciados, y con una moral en entredicho, tiene que resolver la situación. Los grandes clásicos del género son escritores reconocidos: Edgar Allan Poe, Arthur Conan Doyle o Raymond Chandler.

La semana pasada el escritor Michael Connelly presentó su última novela, "The Reversal", en una pequeña librería del barrio de Westwood, donde dio una charla breve, contestó preguntas y firmó libros. La libreria estaba ambientada con la temática, y el tiempo era nublado y lluvioso aquella tarde. La inmensa mayoría de los oyentes rondaba los sesenta años. Muchos llevaban boinas y jerseys de lana, otros tenían patillas grises y perillas refinadas, y casi todos tenían la mirada pérdida. Hay que ser un tipo inquieto por entender el mundo para leer novelas policiacas. A mi me introdujeron en este mundo dos grandes amigos de la universidad, Jacobo y Tomás, buenos consversadores y mejores personas, con los que he compartido cervezas, cafés con leche, sandwiches mixtos y muchas horas de vida en común. Yo estuve en aquella librería alternativa escuchando a Michael Connelly. Pero quienes merecían estar allí eran ellos.

jueves, 21 de octubre de 2010

Mañanas de fútbol

Hacía tiempo que algo me tenía preocupado. Era algo que venía temiendo desde que llegué a América. No tenía nada que ver con la adaptación, las clases o las comidas. Era algo mucho más grave. Tenía miedo de no poder seguir con regularidad los partidos de fútbol de la Liga española y la Copa de Europa. La poca afición que existe en estas tierras, las dificultades horarias y el desconocimiento de un lugar de reunión donde ver los partidos, me habían obligado a seguir por Internet el desarrollo de estas competiciones durante un mes. O sea, me habían obligado a no enterarme de lo fundamental: las sensaciones de los equipos, los jugadores revelación, los golazos de la jornada.

Pero todo se ha solucionado esta semana. Hace poco me puse en contacto con Alberto, un amigo de unos hermanos increíbles, Miguel y Vicente Silvestre, amigos míos desde siempre. Alberto es un madridista de los buenos, y no se pierde un partido. Así que me puse en sus manos para solucionar mi problema. El fin de semana pasado fuimos a casa de Antonio, un malagueño amigo suyo, en Hermosa Beach. Allí me recibieron encantados, y disfrutamos de una buena jornada de Liga. Vimos los partidos Barcelona-Valencia y Málaga-Real Madrid, mientras tomamos un rico aperitivo y comentamos los regates de Ozil, la fuerza sobrehumana de Carles Puyol o el estado de forma de Xabi Alonso. Una de las peculiaridades de nuestra reunión fue que se desarrolló desde las 11 de la mañana hasta las 3 del mediodía, lo que en España se realiza de 8 de la tarde a 12 de la noche. Esto provoca algunos cambios: hay que madrugar el sábado, se come en lugar de cenar y no puedes irte a dormir inmediatamente si tu equipo ha sido humillado. Pero la sensación de placer fue la misma: vimos fútbol entre amigos, y sentimos, por fin, la emoción de la Liga.

El martes por la mañana quedamos para ver el partido de Copa de Europa entre Real Madrid y Milan. Esta vez fuimos a un bar en el barrio de Westwood, que tenía una pantalla gigante, rodeada de otras más pequeñas, y una barra americana en la planta de arriba, justo enfocada hacia las televisiones. Estuvimos Alberto, Antonio, un chico italiano, y nos acompañó Pablo durante la primera parte. Allí pedimos coca-colas, cervezas, hamburguesas y sandwiches, y nos emocionamos con el partido. El Real Madrid jugó muy bien, creó ocasiones, marcó dos goles y falló unos cuantos, y demostró que vuelve a ser un candidato a ganar títulos. Yo disfruté con jugadas ordinarias como hacía tiempo que no hacía. Sentí el ambiente del Bernabéu, canté los goles y recuperé la fe en mi equipo. Después, con una sonrisa, me marché a la habitación, cogí mi mochila y fui a clase. Es lo que tiene el fútbol por las mañanas.

domingo, 17 de octubre de 2010

Bill Clinton y palabras de otra época

"I have lived my life, and it was great. I just want you to have the chance I had. " 
("Yo ya he vivido mi vida, y ha sido fantástica. Sólo quiero que vosotros también tengáis la oportunidad que yo tuve").

Con esta frase, Bill Clinton, presidente de los Estados Unidos entre 1993-2001, para quien el atardecer en el mirador de San Nicolás en Granada es el más bonito del mundo, terminó su discurso.

Fue el viernes 15 de octubre, una nublada noche de otoño, entre los árboles de un parque de la universidad de Los Ángeles, a dos semanas de las elecciones intermedias de congresistas y senadores. Estaba ya anocheciendo, pero las farolas y focos mantenían una luz amarilla y espesa, mientras los universitarios vibraban con las palabras emocionantes de los miembros del Partido Demócrata. Un rato antes, varios músicos habían entretenido la larga espera con canciones de los Rolling Stone, Bruce Springsteen y otros. Incluso un grupo de cantantes a capela había entonado el himno nacional, momento en que muchos se giraron orgullosos hacia la bandera americana que, junto con la californiana del oso, presidía el acto.

Este evento se enmarca dentro de la campaña electoral que recorre el país, de estado a estado, durante estas semanas de octubre. El Partido Demócrata actualmente tiene la presidencia del gobierno y controla el Congreso y el Senado. Pero el pasado y el presente indican que por poco tiempo: el pasado, porque sólamente dos veces en la historia de Estados Unidos el partido del presidente ha ganado las elecciones intermedias; y el presente, porque las encuestas señalan que los demócratas perezosos no van a acudir a las urnas y los republicanos van a acudir en masa, todos ellos decepcionados por la labor de Obama.

Con la intención de despertar a un sector de sus votantes, el Partido Demócrata de California organizó un "meeting" político en la universidad, donde estudian, viven y sueñan muchos de sus fieles seguidores. Acudieron el candidato a gobernador, Jerry Brown; el candidato a vice-gobernador, Gavin Newsom; y el ex-presidente Bill Clinton. Los dos primeros expusieron sus propuestas para el estado de California. Sus discursos fueron cortos y brillantes, y la audiencia gritó y coreó sus nombres. El presidente Bill Clinton fue el encargado de cerrar el acto. Su voz sonaba envejecida: parecía la de un actor de película de sobremesa. Su discurso fue largo y espectacular. Apoyó a sus compañeros, y comentó medidas concretas de sus políticas. Pero sus mejores palabras fueron las que buscaban encender la emoción de los oyentes. Clinton invitó a no volver al pasado, a seguir construyendo el futuro, a creer en los jóvenes y en la tierra de California, a cuidar las tierras de la naturaleza. Los norteamericanos universitarios creyeron a su líder, le miraron embobados, aplaudieron su discurso.

La retórica de los oradores había sido apasionada y directa. Aludieron a sentimientos y encontraron su objetivo: los oyentes devolvieron la pasión entusiasmados. Entre todos ellos, Ayketin, un turco hincha del Galatasaray; Pablo, un bilbaíno con el que comparto cervezas y buenos momentos; y yo, vuestro servidor, atendíamos envueltos por la atmósfera del momento. Pablo y yo nos mirabamos, sintiéndonos en otra época, en la década de los setenta, clamando por los derechos civiles de todo el mundo.

Los políticos norteamericanos suelen presumir de que la sociedad civil norteamericana es mucho más vibrante que la europea. Quizás tengan razón. Al menos en estos años. Dudo mucho que alguna vez vaya a un "meeting" político en mi país. En éste, sin embargo, estuve encantado.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Frente a frente con Bruce Willis

Grandes estrellas de cine y del rock and roll. Glamour. Caras guapas y conocidas globalmente. Famosos en la cumbre o declive de sus carreras. Derroche de dinero y vicio. Todo eso es lo que uno espera ver cuando viaja a Los Ángeles, o lo que se imagina que va a encontrar. Al menos eso es lo que todos asociamos con esta ciudad y, más concretamente, con el barrio de Hollywood. La realidad es que esta zona de la ciudad tiende a desilusionar al visitante y que todo se reduce a las calles Hollywood Boulevard y Sunset Boulevard, en cuya esquina se encuentran el Teatro Chino y el Paseo de la Fama.

Yo aún no he recorrido estos rincones lo suficiente para formarme una opinión sobre el lugar. Pero el lunes pude comprobar que sí es posible ver a esos actores y estrellas del mundo del cine y la televisión.

Ya habían pasado las tres de la tarde y yo descansaba en mi habitación, después de comer con mi amigo Alex algo de pasta y filetes. Julia me avisó entonces de que esa tarde era el estreno en el Teatro Chino de la película "RED (Retired Extremely Dangerous)". Sus protagonistas son Bruce Willis, Morgan Freeman, John Malkovich y Helen Mirren. Habíamos quedado en poco tiempo en la estación de autobuses de Ackerman. Cogí la cartera, mi cámara de fotos y bajé caminando a prisa. Allí nos encontramos Julia e Iván, dos grandes amigos con los que comparto aventuras en Los Ángeles, y Stefano y Mateo, dos chicos italianos que también estudian aquí.

Tiempo después llegamos al famoso barrio de Hollywood. Doblamos una esquina y empezaron a aparecer las estrellas grabadas en el suelo. Bob Marley. Miles Davis. Johnny Depp. Chuck Norris. John Fogerty. Entonces llegamos al punto donde la gente empezaba a amontonarse: la acera de enfrente al Teatro Chino, donde una alfombra roja cubría la entrada. La gente llevaba posters de la película, papeles para autógrafos y fotos gigantes con las caras de los protagonistas. Poco a poco, fueron llegando coches de lujo y algunos actores iban posando en la alfombra roja. El primero al que reconocimos fue a John Malkovich, que saludó timidamente a los que esperabamos pacientemente. Poco después, un hombre negro, elegante y esbelto, bajó de uno de los todoterrenos. Reconocí rápidamente su cabeza con pelo afro. Era Morgan Freeman. La gente gritó su nombre sin parar. Pero él siguió adelante por la alfombra, posó para los fotógrafos y entró en el teatro. Mientras tanto, más mujeres guapas y hombres con esmoquin andaban y eran fotografiados por los periodistas. Uno de ellos era Silvester Stallone, que venía a apoyar a su amigo Bruce Willis. Yo tiraba fotografías entre las cabezas de la gente, aunque no reconocía a ninguno de mis objetivos, casi todos ellos de espaldas a nosotros.

Y el mejor momento llegó con el último de los actores en aparecer. Bruce Willis bajó del coche y miró hacia donde estábamos todos los espectadores. Fue al paso de cebra y cruzó la calle rodeado de guardaespaldas (uno de ellos era enormemente gigante). Entonces recorrió la calle, en paralelo a todos nosotros, haciendo paradas cada tres metros para dejarse fotografiar, con una sonrisa gigante, traje negro perfecto y camisa blanca. La gente, de muchas nacionalidades, enloqueció, gritó su nombre, corrió por la calle para poder verle de cerca. Y en ese momento entendí que Hollywood es mucho más que tres calles, dos teatros y muchas estrellas. Hollywood es un concepto, una idea. Es un lugar donde se fabrica la cultura popular del mundo, donde se fabrican películas, imágenes y personajes que dan la vuelta al cielo y vuelven a Los Ángeles. Y que todos somos capaces de reconocer cuando caminamos por estas calles. Eso es Hollywood.

domingo, 10 de octubre de 2010

Elecciones legislativas del 2 de noviembre

Seguramente fue en una de mis primeras clases en la facultad de Derecho cuando me explicaron el principio de separación de poderes. Esta teoría establece la necesidad de que las funciones del Estado se distribuyan en tres cuerpos públicos diferentes, conformando así el poder ejecutivo, que gobierna; el poder judicial, que juzga y hace ejecutar lo juzgado; y el poder legislativo, que elabora las leyes. Aunque no siempre se ha logrado, el objetivo final es evitar que haya un poder absoluto que acabe por olvidarse del pueblo, de los ciudadanos corrientes que no siempre visten traje y corbata.

En la actualidad, todos los países democráticos han asumido este principio. Existen diferencias, sin embargo, a la hora de elegir a sus componentes.

El sistema parlamentario opta por unas elecciones conjuntas para el poder legislativo y el ejecutivo. Así se hace en España. En las elecciones generales nosotros votamos unas listas de los partidos políticos. Las cámaras legislativas, el Congreso y el Senado, se llenan de tipos con traje y maletín, en número proporcional a los votos, y el partido más votado se hace con la presidencia del gobierno. Lo hacemos todo de golpe. El sistema presidencialista establece dos elecciones diferentes: unas en las que se elige al presidente del gobierno, y otras en las que se eligen los miembros de las cámaras legislativas y otros cargos públicos. Así se hace en Estados Unidos. Las elecciones legislativas tienen lugar dos años después de las presidenciales, y se celebran el próximo 2 de noviembre. En estas elecciones los norteamericanos elegirán a todos los 435 miembros del Congreso, y a la mitad del Senado, votando a un miembro por cada estado.

La importancia de estas elecciones es enorme. Este sistema de elecciones permite que, según la voluntad de los votantes, el presidente del gobierno sea de un partido político y el Congreso y/o Senado sean dominados por el partido de la oposición. Imagínense el panorama: el Partido Popular controlando el Congreso de los Diputados con un presidente socialista como Zapatero. O el gobierno de Aznar con unas cámaras del Partido Socialista. Resulta dificil creer que alguna vez pudieran ponerse de acuerdo en algo más que la hora del café de media mañana.

Eso mismo puede pasar en Estados Unidos. Los demócratas son mayoría en las dos cámaras, y Barack Obama ganó hace dos años las elecciones presidenciales. Pero su popularidad ha ido cayendo desde entonces, y las encuestas pre-electorales anuncian una victoria del partido republicano. El periódico "Usa Today" ha publicado esta semana la encuesta del Gallup, un organismo realmente fiable que se encarga de medir la opinión de los norteamericanos en cualquier tema. Según esta fuente, los votantes se inclinan por el partido republicano en un 56-53%, y por el partido demócrata en un 40-38%. Las razones que alegan no tienen mucho que ver con las ideas del partido conservador: están hartos de Obama.

Todo indica que el partido vencedor será aquel que consiga calentar más a sus votantes para que acudan a las urnas y no se queden en casa. Mientras tanto, la edición dominical de "The New York Times" informa de una práctica que se ha convertido en moda entre los programas electorales: los candidatos de ambos partidos se dedican a criticar al contrario y culparle de vender puestos de trabajo a China, una país al que ven como un rival económico. No parece la mejor manera de animar al ciudadano a que se levante temprano la mañana del 2 de noviembre y salga a votar por sus candidatos.

martes, 5 de octubre de 2010

Todo empezó en San Diego

La ciudad más extensa del estado de California no es Los Ángeles, sino San Diego. Nuestra mente tiende a pensar lo contrario. La diferencia está en el ambiente: la ciudad de San Diego está ligada a sus playas y mares, y resulta mucho menos agobiante. En Los Ángeles todo parece caótico, inmenso y desordenado.

En la ciudad de San Diego nació el estado norteamericano de California. Todo sucedió a finales del siglo dieciocho. A estas tierras llegó el fraile franciscano y mallorquín Fray Junípero Serra, al frente de una expedición de misioneros, con la intención de construir una capilla, unas cuantas cabañas y establecer un asentamiento. El objetivo era evangelizar esta región salvaje. Así, en el año 1769 fue fundada la misión y ciudad de San Diego, la primera de la zona de la Alta California. En 1821 la ciudad pasó de manos españolas a mexicanas; y en 1848, de manos mexicanas a manos estadounidenses. El medio de adquisición fue diferente: España renunció pacificamente y Estados Unidos guerreó concienzudamente.

En los años siguientes fueron fundadas las misiones de Monterrey, Los Ángeles, San Francisco, Sacramento y otras. Nunca he sido partidario de la colonización de los hombres blancos occidentales: no creo en civilizaciones moralmente superiores e inferiores. Creo en las civilizaciones. Pero así fue como nacieron las actuales grandes ciudades de California.

La ciudad de San Diego fue el destino de nuestro primer viaje por estas tierras. Allí fuimos en un coche automático, alquilado, bastante feo. El conductor fue Iván, un malagueño responsable y bonachón. Los demás ocupantes eramos Ángela, una chica alegre y dulce de Asturias; Jackie, una chica muy simpática y tranquila de Alemania; Aysha, una jóven curiosa de Turquía; y yo, el chico pequeño con pelo rizado y mochila. Julia, nuestra amiga madrileña, se quedó estudiando en Los Ángeles pero fue una de las organizadoras del viaje, y la sentimos siempre con nosotros. El sábado por la mañana cogimos la autopista interestatal 405 y condujimos hacia el sur. Durante todo el fin de semana visitamos todos los lugares de interés turístico: el Parque Balboa, la zona antigua de Old Town, el centro financiero del Downtown, el puerto viejo y su base naval, y las playas de Pacific Beach y La Jolla.

Los mejores momentos de nuestro recorrido fueron:

-los paseos por Old Town, un lugar que evoca al Lejano Oeste de las películas, con cactus, salones de baile, casas de sherrifs y bancos antiguos, todo ello mezclado con el sabor mexicano de sus gentes y restaurantes.
- nuestra cena de hamburguesa y cerveza en un bar cercano a la concurrida calle de Gaslamp, donde los americanos salían a pubs y discotecas, en una de las cuales había un toro mecánico, donde iban subiendo borrachos y aventureros.
-la exposición de Fords Mustangs, viejos y nuevos, en el puerto antiguo de la ciudad, donde el ejército americano tiene la base naval más grande del país y donde expone al público dos enormes barcos porta-aviones.
-la comida en la playa de Pacific Beach, donde los surfistas esperaban una gran ola que no llegó en toda la mañana, y la presencia de leones marinos en una cala de las playas de La Jolla, un lugar de veraneo de gente adinerada.

El domingo a media tarde recogimos nuestros ligeros equipajes, retomamos la autopista y fuimos en dirección norte. Nuestra llegada a la ciudad fue caótica. Tardamos cerca de una hora en encontrar la compañía de alquiler de coches en la calle West Manchester Boulevard, número 1030. La calle es largísima, los números suben y bajan aleatoriamente, sin orden ni lógica, la calle cambia de nombre en diferentes puntos. Después, cogimos un taxi para los cinco desde el aeropuerto. Un hombre musulmán condujo el coche amarillo con violencia entre un tráfico agotador. Aquello nos recordó donde estábamos: habíamos dejado atrás la tranquilidad de San Diego, y estábamos en Los Ángeles.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Un pequeño hogar

Mi habitación en el campus de la universidad pertence al edificio E de la residencia llamada Saxon Suites. Cada apartamento está compuesto por 2 habitaciones dobles, un baño con dos lavabos y ducha, y un salón amplio con varios armarios. En él tenemos un sofá grande, varios sillones, una mesa, un frigorífico y un microondas. Todas las residencias del campus están en la parte noreste: hay que andar entre veinte minutos y media hora para llegar a las facultades, bibliotecas y otros edificios. Lo más interesante de estos apartamentos son, sin embargo, sus ocupantes.

Yo comparto habitación con Alex, un chico de 18 años nacido en Freemont, una ciudad cercana a San Francisco, en la parte central del estado de California. Tiene rasgos asiáticos porque su familia es de Taiwan, estudia ingeniería informática, y le vuelven loco los videojuegos y la comida china. Es muy buena persona y se define políticamente como liberal. Teóricamente es díficil encontrar rasgos que nos unan o aficiones que compartamos. Pero solemos pasarlo muy bien. Vamos a cenar juntos, hablamos de nuestra vida diaria y nos reímos mucho. Estamos muy unidos: él trata de ayudarme en mi adaptación, y yo le enseño nuevas palabras en español callejero. Nos hemos hecho amigos.

En la otra habitación duermen Alex y Eduardo, ambos de ciudades cercanas a Los Ángeles. Alex tiene 20 años, estudia ciencias políticas y viste pantalones estrechos. Es un tío alegre, muy buena gente. Le gusta salir a fiestas, siempre lleva sus gafas Ray-Ban Walfare y ha hecho las pruebas para el club de canto a-capella de la universidad. Se preocupa por cualquier asunto que tengo que hacer y siempre está sonriendo. Eduardo tiene 21 años, estudia sociología y sólo puede comer cómida orgánica. Toca la guitarra eléctrica, hace pesas y es muy caluroso. Su madre es española, de Badalona, y su padre es mexicano. Ha pasado menos días en la residencia y el trato ha sido menor con él. Pero vamos juntos a las facultades los martes y jueves por la mañana, y es muy atento conmigo en todo momento.

Un hogar es algo más que una residencia o una casa. Es un lugar donde uno se siente cómodo y tranquilo. Cualquier lugar vale si reune los elementos que pueden otorgar esa comodidad y calma: puede ser una casa enorme, una habitación ridícula, un barco o una cabaña. Sólo hay que añadirle unas gotas de magia. En muchas habitaciones de las residencias del campus he visto pantallas gigantes de tele, consolas modernas, banderas, posters y otros artilugios. Hay gente que ha elegido esos elementos para crear su hogar. Mi pequeño hogar lo forman los amigos con los que convivo: los dos Alex y Eduardo. Nuestra puerta es el número 13 del edifico E de la residencia Saxon Suites. No duden en llamar si pasan por aquí.

sábado, 25 de septiembre de 2010

¿Soccer or football?

La Universidad de Los Ángeles tiene un departamento para estudiantes internacionales realmente efectivo. Organizan muchas actividades y tienen servicios de todo tipo. Es obligatorio apuntarse a tres: el objetivo es que te relaciones con gente de todas partes del mundo. La noche del pasado viernes, día 24 de septiembre, sus encargados organizaron un viaje para el partido de fútbol (soccer en Estados Unidos) entre Los Angeles Galaxy y los Red Bulls de Nueva York. La actividad incluía desplazamiento en autobús, entrada pagada y un ticket para un perrito caliente y una bebida en el estadio. Allí acudí con Iván, un amigo de Málaga que investiga en un laboratorio de la universidad.

Cualquier futbolero sabe que los dos equipos son los dos más glamourosos de la liga estadounidense. Teóricamente, también dos de los mejores equipos. Los Galaxy son los actuales líderes de la clasificación general y de la Conferencia Oeste, mientras que los Red Bull son los segundos de la Conferencia Este. Además, los primeros cuentan con David Beckham en sus filas; y los segundos, con Thierry Henry, Rafa Márquez y Juan Pablo Ángel. Los ingredientes hacían intuir un buen partido. La realidad destrozó cualquier expectativa: el juego de ambos equipos fue lento, los delanteros fallaron goles cantados y los visitantes ganaron el partido por cero a dos. Los goles fueron un penalti y un rebote involuntario. Las demás acciones del juego son totalmente olvidables.

Fue curioso observar el comportamiento de los aficionados americanos. Su buen ánimo fue uniforme durante todo el encuentro y no se alteró con la derrota. Todos se marcharon contentos a sus casas, después de beber coca-cola sin parar y golpear unos globos alargados cuando el balón se acercaba a las porterías. El juego y el resultado no les importaron en absoluto. Lo más interesante del partido fue la conversación que mantuve con Guido, un chico holandés muy simpático, y el perrito caliente que nos comimos en el descanso. Guido es hincha del PSV de Eindhoven. Echa de menos los partidos de Copa de Europa y confía en la evolución de su selección para los próximos campeonatos internacionales. Hablamos de Johan Cruyff, Philippe Cocu y Ruud Van Nistelrooy. Al final, los dos sacamos una conclusión de aquella visita. Aprendimos porque los americanos lo llaman "soccer": porque el juego que vimos no puede llamarse fútbol.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Un lugar llamado California

Cuentan las guías de viajes sobre el lejano oeste de Norteamérica que en 1848 James W. Marshall gritó, mientras trabajaba junto a las aguas del río Americano,: "Muchachos, creo que he encontrado oro". Aquella noticia cruzó con el viento las tierras de Estados Unidos. Los comerciantes y hombres de mar la difundieron por el resto del mundo. Tiempo después, cualquier persona anhelaba con viajar a aquel lugar donde podías llegar sin ropas ni centavos, encontrar oro en la naturaleza y comenzar una vida nueva. Muchos hombres y mujeres de todo el mundo emprendieron el viaje y poblaron aquellas tierras semi-salvajes. Aquel hecho comenzó la leyenda de un lugar llamado California.

En la actualidad, las cosas han cambiado: antes de la fiebre del oro, California tenía cerca de 15.000 habitantes; ahora, tiene 38 millones. Aquellos poblados se han convertido en las ciudades más grandes del mundo. Los paisajes silvestres han sido sustituidos por autopistas de diez carriles y calles con diez mil números. Los lugareños han dejado paso a ricos actores de cine y estrellas de rock sin escrúpulos. Es evidente que las cosas han cambiado. Pero el deseo sigue siendo el mismo que en los primeros tiempos. Aquel que viene a California, lo hace en busca de la leyenda: crecer como persona, cambiar de estilo de vida, viajar al futuro. Bienvenidos.